La
familia (y los límites políticos y analíticos del constructivismo)
A
propósito de las marchas convocadas por el “frente nacional por la familia” en
México
Sofía
Argüello Pazmiño
El “Frente Nacional por
la Familia” ha convocado en México (para este 10 y 24 de septiembre) a la
marcha en los Estados y a la marcha nacional – a realizarse en la CDMX- en “defensa
a la familia”. José Manuel Ruiz Ramírez en su artículo publicado en NEXOS el 8
de septiembre señala que “las exigencias del Frente se
concentran en tres puntos: el derecho de los padres a educar a sus hijos; el
derecho de un niño a una mamá y un papá, y la reivindicación de que el
matrimonio es exclusivamente la unión de un hombre y una mujer”. En este marco,
las reacciones relacionadas a las “exigencias del Frente” no se han hecho
esperar. En las redes sociales, al menos en las mías, no han dejado de circular
manifestaciones en contra de esta convocatoria que tácitamente 1) no reconoce
las distintas configuraciones familiares (que dicho sea de paso van más allá de
las familias homoparentales), 2) produce mecanismos de discriminación no solo a
familias conformadas por dos padres o dos madres; sino también, a las formas de
convivencia y a las experiencias de las personas cuya sexualidad no se rige en
la norma (heterosexual), y 3) utiliza las teorías y las acciones feministas
como palestra para reesencializar sus discursos y prácticas políticas.
Así,
la convocatoria a las marchas en “defensa a la familia” en México, son un
evento más que permite analizar los conflictos en torno a la política de la
sexualidad. Algo que profundamente me llama la atención, como feminista e
investigadora de esta temática, es cómo este grupo se ha servido de las luchas del
feminismo, y más particularmente de las teorías feministas, para promover
discursos que invisibilizan las desigualdades naturalizadas en el sexo (biológico).
Y me llama la atención por dos aspectos. El primero, porque se produce un
recurso político estratégico que promueve la “defensa a la familia” en
contraposición a la “ideología de género” que para este grupo ha
desestabilizado un “orden normal” (y moral). El segundo, y de manera
estrechamente articulado con el primero, porque ese recurso político anclado en
la retórica anti “ideología de género”
no es solo propiedad del frente nacional por la familia (así, en minúsculas). Se
trata; por un lado, de un repertorio de
acción colectiva del cual se han valido otras agrupaciones y organizaciones
sociales y políticas (en muchos países de Latinoamérica) y; por otro lado, de
un discurso “legítimo” de algunos Estados y gobiernos - en toda la región- para
desestimar el reconocimiento de derechos sexuales y derechos reproductivos y para
no reconocer ciudadanos en sus múltiples dimensiones sexo-genéricas.
Ahora
bien, resulta que uno de los panfletos del “frente nacional por la familia”
incluye un encabezado que dice ¿Qué es la ideología de género? y a continuación
se presentan varios puntos que pretenden explicar sus “postulados”. En medio
del panfleto se encuentra una fotografía y junto a ella la frase “las mujeres
no nacen, se hacen”. Abajo versa el nombre de quien corresponde a la foto - Simone
de Beauvoir- y los años de su nacimiento y muerte. La línea final señala “precursora
de la ideología de género”. Para sintetizar las varias puntualizaciones de este
documento anoto lo siguiente: “¿Qué es la ideología de género? Es un sistema de
ideas contrarias a la ciencia que busca manipular a través del lenguaje. Sostiene
que toda diferencia entre el hombre y la mujer es una construcción social,
arbitraria e injusta, que tiene que desaparecer” (Panfleto ¿Qué es la ideología
de género?, frente nacional por la familia).
¿Qué
tiene de absurdo este panfleto? Cualquier (mediano/a) conocedor/a en la materia
podrá encontrarlo como todo un disparate. Pero no, no es absurdo ni es un
disparate como recurso político utilizado. Apelar a la “ideología de género”
desde esta “ridícula” y simplificadísima argucia permite reesencializar,
reproducir “la verdad de sexo” -de la que tanto nos hablan Foucault y/o Butler-
para mantener un orden sexual (jerarquizado, excluyente e injusto) que sigue persistiendo
a través de la (re)estructuración social sobre los cuerpos biológicos.
Finalmente,
más
allá de este panfleto, la circulación casi cotidiana de sus contenidos en otros
contextos y latitudes nos deben llamar la atención sobre cómo se negocian,
niegan, desconocen las experiencias y los derechos de las familias diversas, de
las parejas del mismo sexo, de las mujeres, de los hombres, etc., etc., etc. Y
más aún, nos debe llamar la atención de quienes fomentamos las prácticas
feministas -políticas y académicas- para seguir repensando en torno a los
límites políticos y analíticos del constructivismo.
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