viernes, 20 de julio de 2018

Palabras


Palabras  
Sofía Argüello Pazmiño

Aprendí a amar las palabras. Las palabras dichas, las que se dicen, las escritas, las que se escriben, las que se piensan. Encontré en las palabras un universo para conocer el mundo, para reconocer a los otros, para encontrarme a mí. Las palabras han sido, y siguen siendo, un elemento constitutivo de mi yo.

Cuando leo, las palabras me permiten aprender, reaprender, emocionarme, extasiarme, entristecerme…

Cuando las escribo, las racionalizo excesivamente. Me tardo, me detengo, las pienso. No las escribo si no logro conectar argumentos, pero cuando las he lanzado en el papel y no hay conexión, las reescribo hasta que tengan orden. Como un puzzle.  

Cuando las digo suele ser más complicado. No siempre podemos detenernos a pensar lo que decimos. Unas veces suelo ser pausada. Observo. Otras veces no. Disparo palabras. A quien caiga y como caigan.

Cuando las pienso me llevan, la mayoría de las veces, por dos caminos. Por un lado, a ser creativa, estructurada y parir ideas, ideas principalmente ligadas con mi quehacer académico y profesional. Entonces me tienen a mí pensando las palabras que voy a decir cuando dicto una clase o una charla, pensando las palabras que formarán un argumento cuando estoy escribiendo “algo”, pensando en las palabras que han escrito otros…así. Por otro lado, me llevan a retraerme, a disuadirme, a distanciarme de la “realidad”. Las palabras me ensimisman y me llevan a una vorágine de pensamientos de todo tipo, y como laberintos, las palabras hechas pensamientos, a veces no logran encontrar la salida.

Las palabras fluyen, se enredan. Son complejas y a la vez sencillas. Las palabras suenan, tienen formas, colores, texturas.

Las palabras dan sentido a las acciones, dan sentido a lo que hacemos, a lo que somos o a lo que pretendemos ser. Las palabras son un vehículo de inteligibilidad de lo social, y tal vez por eso las ame como las amo. Tratemos de no usarlas como armas de poder, usémoslas como gramática de convicción.

jueves, 8 de marzo de 2018

¿Por qué paramos?


¿Por qué paramos?[1]

Por y para todas las mujeres que no se hacen eco del paro porque no pueden detener su trabajo. Por la necesidad de cuestionar nuestros espacios de privilegio, siempre. Por la necesidad de cuestionar y reflexionar constantemente sobre las políticas feministas. Y, por supuesto y pese a todo, por no aplacar las denuncias sobre las desigualdades sexuales y de género.
Sofía Argüello Pazmiño

Paramos por el 37% de niñas que trabajan en Ecuador.

Paramos por el 68% de niñas que se encargan del trabajo doméstico en nuestro país.

Paramos porque el trabajo no remunerado, clasificado como trabajo doméstico y de cuidado, representaba en 2014 el 15,41% del PIB. Más de lo que representaba la extracción petrolera ecuatoriana.

Paramos porque en Ecuador 6 de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia de género.

Paramos por el 25% de mujeres de 15 años o más que han sido víctimas de violencia sexual.

Paramos porque de las mujeres que fueron víctimas de violencia sexual, "el perpetrador más común es otro familiar masculino".

Paramos porque en 2016, el total de abortos registrados superaron los 19.000 casos, entre abortos espontáneos, médicos y no especificados; de los cuales, el aborto no especificado representó el 54%.

Paramos porque el aborto no especificado constituyó la octava causa de morbilidad femenina, con 10.532 egresos, de los cuales el 17% correspondieron a mujeres de 19 años o menos.

Paramos porque alrededor del mundo, 40% de las mujeres en edad fértil viven en países donde existen leyes restrictivas para el acceso a servicios de aborto seguro o aun cuando es legal, los servicios no son accesibles.

Paramos porque en todos los niveles de instrucción, desde ningún nivel educativo hasta posgrado, la violencia de género sobrepasa el 50%.

Paramos porque a las mujeres con menor nivel educativo la violencia de género llega hasta el 70%.

Paramos por 48,7% de mujeres ecuatorianas que han vivido violencia psicológica, física, sexual y patrimonial por sus parejas o ex parejas.

Paramos porque entre 2014 y 2015 se registraron más de 2.000 casos de hijos nacidos vivos cuyas madres fueron niñas de 10 a 14 años de edad.

Paramos porque debemos hablar de “casos registrados” para demostrar cómo se reproducen las desigualdades sexuales y de género, y aun así seguimos siendo violentadas, discriminadas, estigmatizadas, dominadas, explotadas.

Paramos porque nuestras vidas son más que “casos registrados” y “estadísticas”.

Paramos porque nuestros cuerpos, nuestras voces, nuestras experiencias, nuestras vidas siguen siendo invisivilizadas.

Paramos porque reivindicamos nuestras condiciones materiales de existencia.

Paramos porque luchamos cotidianamente como trabajadoras, madres, hijas, compañeras.

Paramos porque la protesta es transnacional, porque la lucha sobrepasa espacios y límites geográficos. Porque la lucha va más allá del Estado nación.

Paramos por la justicia social y por la justicia sexual.

Paramos porque nos sobran los motivos, sí. Paramos porque la política feminista no se agota. No se agota y no agotará porque las desigualdades siguen siendo persistentes para nosotras!



[1] Los datos presentados en este documento forman parte de los resultados públicos de Ecuador en cifras http://www.ecuadorencifras.gob.ec/ecuador-en-cifras/ relativos a la varias encuestas (Violencia de género, Ensanut, Camas y egresos hospitalarios, Encuesta Nacional de trabajo infantil, entre otras), así como a datos obtenidos de una investigación puesta en marcha sobre jóvenes, salud sexual y salud reproductiva por Sofía Argüello Pazmiño y Adriana Robles.