martes, 8 de marzo de 2016

Autocrítica

Sofía Argüello Pazmiño


Autocrítica. En momentos en los cuales se siguen reproduciendo estructuras de dominación de género y sexuales, en donde las subjetividades de las mujeres y de los cuerpos femeninos y feminizados se van transformado y manteniendo a la vez dentro de esas estructuras. Momentos en los cuales la violencia, la discriminación, la falta de oportunidades en igualdad de condiciones hacia las mujeres sigue siendo el devenir cotidiano. Momentos de injusticia, de desigualdad. Es en estos momentos, los más álgidos, en los que las mujeres, las feministas, nos debemos detener. A veces nos olvidamos de las genealogías feministas, de los vaivenes de las teorías críticas feministas, de las complejidades de las luchas feministas históricamente situadas. A veces nos olvidamos de dónde venimos: de una vorágine de ideas críticas, de múltiples voces, de diversas lecturas teóricas y políticas. Nos llenamos el pecho, la boca, el corazón, los puños por combatir al monstruo del patriarcado, y nos detenemos muy poco por reflexionar, críticamente, sobre cómo nos hacemos las mujeres, sobre qué hacemos las mujeres unas por otras.  


Hablamos de luchar contra el patriarcado, hablamos de la sororidad, lo que en su momento bell hoks llamó críticamente sisterhood (hermandad entre mujeres), pero no nos detenemos en pensar cuáles y cómo se reproducen las relaciones de poder en esa llamada “hermandad entre mujeres”, lo que conlleva cuestionar, otra vez volviendo a hooks, en la existencia de una “opresión común” hacia todas.


Autocrítica ¿Cómo ejercemos poder las unas hacia las otras? ¿Cómo minimizamos o maximizamos los intereses individuales y colectivos de unas mujeres por sobre otras? ¿Cómo la “opresión común” se activa en desmedro de la exclusión de otras mujeres? ¿Podemos hablar de sororidad, de sisterhood, cuando las relaciones de poder también atraviesan las configuraciones situacionales de las mujeres, de unas mujeres por sobre otras? ¿Cómo podemos luchar contra el patriarcado, o contra esas estructuras de dominación de género y sexuales, cuando entre nosotras mismas activamos mecanismos de exclusión, de desigualdad en nombre de la “hermandad”, de la “opresión común” y en contra de un único sistema monstruoso que nos devora? Debemos hacer un ejercicio autocrítico de cómo las mujeres nos devoramos unas a otras. Nos engullimos, nos tragamos. Es una deuda que le debemos a algunos feminismos, a los feminismos negros, por ejemplo. No tengamos miedo pensando que “sacar estos cueros al sol” despolitizaría las luchas en contra del sistema opresor. Es justo volvernos a mirar al ombligo. Es desde la autocrítica, pública y directa, donde es posible la politización de nuevas trincheras o de viejas trincheras en otros contextos. Aún debemos seguir debatiendo.


Sin embargo, y pese a todo, que nadie nos detenga frente a esa estructura de dominación que nos mata, nos estigmatiza, nos dice cómo ser madres, invisibiliza nuestro trabajo o nos paga menos, nos culpabiliza por como vestimos, nos minimiza, nos violenta en todas las formas posibles. Que nadie nos detenga. Que no detengan nuestras luchas, nuestras reivindicaciones. Desde esas luchas invisibles hasta las más manifiestas. Que nadie nos detenga los gritos, las lágrimas, las sonrisas, los sueños. Que nadie nos detenga, ni nosotras mismas.