(Des)encantos
de los casi cuarenta
(Una
que otra banalidad)
Sofía
Argüello Pazmiño
Para
Mafo y Paola
Estos meses (y muchos
años en distintos períodos de silencios y presencias) he podido estar muy cerca
de dos amigas. Dos amigas a quienes conocí en el colegio cuando teníamos
catorce años. Hoy las tres estamos bordeando los cuarenta, pero en realidad
tenemos 36 años (Nada cómo los treinta, la verdad!!!).
Hemos pasado por decenas
de crisis existenciales, de desencuentros amorosos, por la lucha diaria de la
maternidad, por la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras
vidas…y por muchas horas, muchas, dedicadas a los “estudios”. Aunque una de
ellas una vez me dijo lo feliz que se sentía de que cada vez hayamos más
mujeres con doctorado, lo cierto es que seguimos siendo en muy, muy bajo
porcentaje.
¿Qué significan los
“casi cuarenta”? ¿Y qué significan cuando las mujeres con mayor nivel de
educación y autonomía nos acercamos a esa edad? La verdad es que no me molesta
llegar a los cuarenta, es más, los espero con ansías, pero ¿es difícil llegar a
los cuarenta cuando las mujeres tenemos estas dos características: mayores
niveles de educación y autonomía?
Es que parece que no es
fácil. Primero, insertarse en el mercado laboral cuando las posibilidades son
cada vez más competitivas y cuando la competencia con los hombres les suele beneficiar
más a ellos (en muchos casos). Y cuando entramos en competencia o ya estamos
dentro del mercado de trabajo “de forma estable” no suele ser sencillo…hay
incluso esa “hipótesis” -de sentido común- que dice que algunas mujeres llegan
a “parecerse a los hombres” o “masculinizarse” para poder (sobre)vivir. Luego,
vivir la esquizofrenia entre esa autonomía y la vivencia de la maternidad a la
que algunas apostamos. No siempre es fácil estudiar, escribir, hacer trabajo de
campo, asistir a congresos, mudarse de lugar en lugar cuando una tiene hijo(s).
Además, para algunas solteras, e incluso para aquellas quienes están
emparejadas, es extraño –y a veces hasta desalentador- tener que afrontar el
“miedo” de algunos hombres de no poder sobrevivir a la independencia y a la libertad
de nosotras; porque no aguantan que nos tengamos a nosotras mismas, porque se
enloquecen por no saber cómo conquistarnos, cómo complacernos, cómo vivir el
día a día con nosotras sin salir perdiendo, cómo entablar -al menos- una
conversación medianamente interesante.
Para quienes damos clases tampoco suele
ser sencillo, o al menos para mí no lo es y no lo ha sido, canalizar las
miradas e insinuaciones de algún o algunos estudiantes resbaladizos. No suele
pasar lo mismo con los colegas masculinos, que muchas veces no temen dar pie
–para levantar su ego (¡o quién sabe para qué!) - de salir y hasta
comprometerse con alguna de sus estudiantes. Tampoco suele ser fácil cuando nos
“enamoramos” de nuestro “objeto de estudio” (según me cuentan).
También debemos
lidiar con nuestras posiciones ideológicas, porque para alguna gente o somos
“feminazis”, o somos “solteronas”, o nos preguntan qué hemos sacado con
estudiar tanto, o no somos “mujeres realizadas” por haber decidido no tener
hijos o casarnos (se nos está “pasando en tren”). Y el cuerpo!
Cómo olvidar los
cuerpos, nuestros cuerpos que envejecen y que solo tienen cicatrices del pasar
de nuestras vidas, como todos los cuerpos de todas las mujeres…Y ahí estamos,
ya no somos las mujeres de veinte ni somos las de cincuenta!
En fin. Y pese a todo,
pese a ser mujeres autónomas y libres, e incluso más educadas, no escapamos de
las estructuras de dominación de género: de la violencia laboral, psicológica,
sexual; de las desventajas de ser mujeres pese a tener “privilegios”, de la
subjetividad que suele a veces ganar nuestros construidos discursos y prácticas
“racionales”, porque somos humanas. De nuestros desencuentros con cómo ser
madres, hijas, parejas “funcionales”. No escapamos de un orden social
desigual….ni de niñas, ni a los veinte, ni a los treinta, ni a los cuarenta, ni
a los cincuenta, ni a los sesenta, ni a los setenta….nunca! Pero pese a ello,
nos tenemos a nosotras mismas, y a veces, hasta construimos eso llamado
sororidad.
Diciembre 2014