viernes, 6 de marzo de 2015

(Des)encantos de los casi cuarenta. (Una que otra banalidad).

                                             (Des)encantos de los casi cuarenta
(Una que otra banalidad)
Sofía Argüello Pazmiño
Para Mafo y Paola

Estos meses (y muchos años en distintos períodos de silencios y presencias) he podido estar muy cerca de dos amigas. Dos amigas a quienes conocí en el colegio cuando teníamos catorce años. Hoy las tres estamos bordeando los cuarenta, pero en realidad tenemos 36 años (Nada cómo los treinta, la verdad!!!).

Hemos pasado por decenas de crisis existenciales, de desencuentros amorosos, por la lucha diaria de la maternidad, por la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras vidas…y por muchas horas, muchas, dedicadas a los “estudios”. Aunque una de ellas una vez me dijo lo feliz que se sentía de que cada vez hayamos más mujeres con doctorado, lo cierto es que seguimos siendo en muy, muy bajo porcentaje.

¿Qué significan los “casi cuarenta”? ¿Y qué significan cuando las mujeres con mayor nivel de educación y autonomía nos acercamos a esa edad? La verdad es que no me molesta llegar a los cuarenta, es más, los espero con ansías, pero ¿es difícil llegar a los cuarenta cuando las mujeres tenemos estas dos características: mayores niveles de educación y autonomía?

Es que parece que no es fácil. Primero, insertarse en el mercado laboral cuando las posibilidades son cada vez más competitivas y cuando la competencia con los hombres les suele beneficiar más a ellos (en muchos casos). Y cuando entramos en competencia o ya estamos dentro del mercado de trabajo “de forma estable” no suele ser sencillo…hay incluso esa “hipótesis” -de sentido común- que dice que algunas mujeres llegan a “parecerse a los hombres” o “masculinizarse” para poder (sobre)vivir. Luego, vivir la esquizofrenia entre esa autonomía y la vivencia de la maternidad a la que algunas apostamos. No siempre es fácil estudiar, escribir, hacer trabajo de campo, asistir a congresos, mudarse de lugar en lugar cuando una tiene hijo(s). 

Además, para algunas solteras, e incluso para aquellas quienes están emparejadas, es extraño –y a veces hasta desalentador- tener que afrontar el “miedo” de algunos hombres de no poder sobrevivir a la independencia y a la libertad de nosotras; porque no aguantan que nos tengamos a nosotras mismas, porque se enloquecen por no saber cómo conquistarnos, cómo complacernos, cómo vivir el día a día con nosotras sin salir perdiendo, cómo entablar -al menos- una conversación medianamente interesante. 

Para quienes damos clases tampoco suele ser sencillo, o al menos para mí no lo es y no lo ha sido, canalizar las miradas e insinuaciones de algún o algunos estudiantes resbaladizos. No suele pasar lo mismo con los colegas masculinos, que muchas veces no temen dar pie –para levantar su ego (¡o quién sabe para qué!) - de salir y hasta comprometerse con alguna de sus estudiantes. Tampoco suele ser fácil cuando nos “enamoramos” de nuestro “objeto de estudio” (según me cuentan). 

También debemos lidiar con nuestras posiciones ideológicas, porque para alguna gente o somos “feminazis”, o somos “solteronas”, o nos preguntan qué hemos sacado con estudiar tanto, o no somos “mujeres realizadas” por haber decidido no tener hijos o casarnos (se nos está “pasando en tren”). Y el cuerpo! 

Cómo olvidar los cuerpos, nuestros cuerpos que envejecen y que solo tienen cicatrices del pasar de nuestras vidas, como todos los cuerpos de todas las mujeres…Y ahí estamos, ya no somos las mujeres de veinte ni somos las de cincuenta!

En fin. Y pese a todo, pese a ser mujeres autónomas y libres, e incluso más educadas, no escapamos de las estructuras de dominación de género: de la violencia laboral, psicológica, sexual; de las desventajas de ser mujeres pese a tener “privilegios”, de la subjetividad que suele a veces ganar nuestros construidos discursos y prácticas “racionales”, porque somos humanas. De nuestros desencuentros con cómo ser madres, hijas, parejas “funcionales”. No escapamos de un orden social desigual….ni de niñas, ni a los veinte, ni a los treinta, ni a los cuarenta, ni a los cincuenta, ni a los sesenta, ni a los setenta….nunca! Pero pese a ello, nos tenemos a nosotras mismas, y a veces, hasta construimos eso llamado sororidad.


Diciembre 2014