jueves, 29 de septiembre de 2016

Y tú (tu) mamá…¿también?



Y tú (tu) mamá…¿también?
Sofía Argüello Pazmiño

Víctima, victimizada. Abnegada, afligida, resignada. Ha dejado todo por su hijo. Ha dejado “al amor de su vida”, se ha dejado a ella misma. Ha encontrado en la maternidad un lugar para “ser”, para “sentir”, para “existir”.  Él, su hijo, ha interiorizado que el sacrificio y el amor infinito de su madre es “el más sagrado y puro amor”. A ella, a su madre, se debe y se deberá toda su vida. Al final de todo, de una trágica y triste historia, triunfa el amor, el amor de la madre. Así se resume una película del cine de oro mexicano que vi hace pocos días y que me recordó las tantas películas de “la época” que veía en mi estancia en México. Esas películas que tanto me han hecho pensar, antes y ahora, en Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis, en Ni macho, ni mandilón de Matthew Gutmann, o En Torno a la Polaridad Marianismo-Machismo de Norma Fuller. Esos filmes que me han hecho dar vueltas en la cabeza sobre las significaciones del machismo, sobre las relaciones de género, sobre las masculinidades, sobre la maternidad. Principalmente sobre ese amor maternal que deja todo, que llena todo, que suple todo. Sobre ese amor maternal que objetiviza a las mujeres exclusivamente al orden reproductivo, ese orden que socialmente se reproduce en la acción de maternar (incluso si una mujer nunca haya estado embarazada o nunca haya parido!). Maternar, maternizarse, maternización: acciones y procesos sociales por los cuales una “norma biológica” hace de las mujeres los “seres más sublimes”, capaces de soportar y aguantar todo, capaces de amar sin barreras simplemente porque están hechas para ser madres. Sí, ese amor eterno al mero estilo del amor del Juanga a su madre. Sí, ese amor de madre que no debe sentir culpa, que no debe pensar en otros deseos más allá del/de la hijo/a. Sí, ese se amor “de las películas” que contrariamente de ser una caricatura son el reflejo de lo que somos.

Hace varios días una amiga posteó en Facebook el link “8 razones de por qué ser mamá de varones es increíble”. Sujétense: “serás su primer amor”, “menos drama”, “ir a baños públicos es mucho más fácil”, “serás su prototipo de mujer”, “te mantendrán activa y en forma”, “vestirlos es mucho más rápido”, “tienen un lado súper sensible y “serás la reina de la casa” ¿Serás su primer amor, serás su prototipo de mujer, serás la reina de la casa? Ajá! Así como lo leen. Piensen en cómo maternar, madres del mundo, porque serán el prototipo de mujer de sus hijos varones. Serán su primer amor!?! Y recuerdo las tantas veces que he escuchado a algunas madres llamar a sus hijos “maridos”, sí, así: “maridos”! Y conozco a algunos hombres que no soportan que los estigmaticen como “mandarinas” o “mandilones” ¿Será porque “su prototipo de mujer” es el de esa madre abnegada, sumisa? ¿Qué será?, me pregunto! Y hasta se me pasa por la cabeza esa estúpida canción de Arjona pidiendo ayuda a Freud y yo añado en mis divagaciones: en sociedades como las nuestras, las latinoamericanas, no hay que matar al padre, sino a la madre! (Así y con toda la generalización del caso)! Jaja! En fin…

Y para pasar a temas más serios. Ayer se presentaron en Flacso tres investigaciones en el marco del día por la despenalización del aborto en América Latina y el Caribe. Virginia Gómez de la Torre presentó resultados en torno a la resignación y la violencia de las mujeres durante el embarazo y el parto. Ana Vera expuso sobre la criminalización del aborto y las desigualdades sociales, y Karla Vega sobre los imaginarios sociales en torno a las mujeres que abortan. Los casos y testimonios calaron hondo, llegaron hasta el hueso. A mí me hicieron temblar y perder la voz y la cabeza. Nos hicieron pensar cómo el sistema de salud y el espacio familiar regulan, a través de la violencia, los cuerpos de las mujeres embarazadas. Nos hicieron pensar cómo el embarazo naturaliza la violencia. Algo así como “si ya estás hecha para ser madre, pues aguántate…que el embarazo y el parto son un paso más!”. Estos testimonios y casos nos hicieron pensar sobre cómo la judicialización del aborto se nuclea en la maternización de las mujeres; es decir, no importan las mujeres que abortan, no importan sus vidas, no importa por qué lo hacen, no importa lo tortuoso e injusto del proceso. Otra vez más “usted se aguanta porque no cumplió con su labor de madre”. 

Finalmente, pensemos sobre cómo debemos construir maternidades más justas, más gozosas, más reflexivas y menos esencializadas, “instintivas” (que señoras y señores el instinto no existe!), subrogadas a un orden desigual e infame que regula, norma, controla, disciplina las formas de “ser”, “sentir” y “existir” en la maternidad. Dejemos de ser la caricatura del papel de madre que interpretó Libertad Lamarque en esa película que vi hace pocos días. Dejemos de ser las madres que posteamos sandeces en el Facebook sobre los beneficios de tener “hijos varones”. Dejemos de santiguarnos defendiendo a la “verdadera familia” y culpabilizando y criminalizando a tantas mujeres que abortamos por cualquier motivo. Dejemos de interferir en las decisiones de muchas mujeres que han elegido no ser madres. Dejemos de criar hijos e hijas que nos vean y nos traten como “resignadas” y “abnegadas”. Maternemos sembrando nuevos imaginarios, construyendo nuevas prácticas. Porque la maternidad es un proceso social que, lamentablemente, ha estado condicionado por el cuerpo biológico femenino. Maternemos de manera diferente…cuando lo hagamos, estaremos pariendo alas.  


viernes, 9 de septiembre de 2016

La familia (y los límites políticos y analíticos del constructivismo) A propósito de las marchas convocadas por el “frente nacional por la familia” en México.



La familia (y los límites políticos y analíticos del constructivismo)
A propósito de las marchas convocadas por el “frente nacional por la familia” en México

Sofía Argüello Pazmiño

El “Frente Nacional por la Familia” ha convocado en México (para este 10 y 24 de septiembre) a la marcha en los Estados y a la marcha nacional – a realizarse en la CDMX- en “defensa a la familia”. José Manuel Ruiz Ramírez en su artículo publicado en NEXOS el 8 de septiembre señala que “las exigencias del Frente se concentran en tres puntos: el derecho de los padres a educar a sus hijos; el derecho de un niño a una mamá y un papá, y la reivindicación de que el matrimonio es exclusivamente la unión de un hombre y una mujer”. En este marco, las reacciones relacionadas a las “exigencias del Frente” no se han hecho esperar. En las redes sociales, al menos en las mías, no han dejado de circular manifestaciones en contra de esta convocatoria que tácitamente 1) no reconoce las distintas configuraciones familiares (que dicho sea de paso van más allá de las familias homoparentales), 2) produce mecanismos de discriminación no solo a familias conformadas por dos padres o dos madres; sino también, a las formas de convivencia y a las experiencias de las personas cuya sexualidad no se rige en la norma (heterosexual), y 3) utiliza las teorías y las acciones feministas como palestra para reesencializar sus discursos y prácticas políticas. 

Así, la convocatoria a las marchas en “defensa a la familia” en México, son un evento más que permite analizar los conflictos en torno a la política de la sexualidad. Algo que profundamente me llama la atención, como feminista e investigadora de esta temática, es cómo este grupo se ha servido de las luchas del feminismo, y más particularmente de las teorías feministas, para promover discursos que invisibilizan las desigualdades naturalizadas en el sexo (biológico). Y me llama la atención por dos aspectos. El primero, porque se produce un recurso político estratégico que promueve la “defensa a la familia” en contraposición a la “ideología de género” que para este grupo ha desestabilizado un “orden normal” (y moral). El segundo, y de manera estrechamente articulado con el primero, porque ese recurso político anclado en la retórica anti “ideología de género” no es solo propiedad del frente nacional por la familia (así, en minúsculas). Se trata; por un lado, de un repertorio de acción colectiva del cual se han valido otras agrupaciones y organizaciones sociales y políticas (en muchos países de Latinoamérica) y; por otro lado, de un discurso “legítimo” de algunos Estados y gobiernos - en toda la región- para desestimar el reconocimiento de derechos sexuales y derechos reproductivos y para no reconocer ciudadanos en sus múltiples dimensiones sexo-genéricas. 

Ahora bien, resulta que uno de los panfletos del “frente nacional por la familia” incluye un encabezado que dice ¿Qué es la ideología de género? y a continuación se presentan varios puntos que pretenden explicar sus “postulados”. En medio del panfleto se encuentra una fotografía y junto a ella la frase “las mujeres no nacen, se hacen”. Abajo versa el nombre de quien corresponde a la foto - Simone de Beauvoir- y los años de su nacimiento y muerte. La línea final señala “precursora de la ideología de género”. Para sintetizar las varias puntualizaciones de este documento anoto lo siguiente: “¿Qué es la ideología de género? Es un sistema de ideas contrarias a la ciencia que busca manipular a través del lenguaje. Sostiene que toda diferencia entre el hombre y la mujer es una construcción social, arbitraria e injusta, que tiene que desaparecer” (Panfleto ¿Qué es la ideología de género?, frente nacional por la familia). 

¿Qué tiene de absurdo este panfleto? Cualquier (mediano/a) conocedor/a en la materia podrá encontrarlo como todo un disparate. Pero no, no es absurdo ni es un disparate como recurso político utilizado. Apelar a la “ideología de género” desde esta “ridícula” y simplificadísima argucia permite reesencializar, reproducir “la verdad de sexo” -de la que tanto nos hablan Foucault y/o Butler- para mantener un orden sexual (jerarquizado, excluyente e injusto) que sigue persistiendo a través de la (re)estructuración social sobre los cuerpos biológicos. 

Finalmente, más allá de este panfleto, la circulación casi cotidiana de sus contenidos en otros contextos y latitudes nos deben llamar la atención sobre cómo se negocian, niegan, desconocen las experiencias y los derechos de las familias diversas, de las parejas del mismo sexo, de las mujeres, de los hombres, etc., etc., etc. Y más aún, nos debe llamar la atención de quienes fomentamos las prácticas feministas -políticas y académicas- para seguir repensando en torno a los límites políticos y analíticos del constructivismo.