Y
tú (tu) mamá…¿también?
Sofía
Argüello Pazmiño
Víctima,
victimizada. Abnegada, afligida, resignada. Ha dejado todo por su hijo. Ha
dejado “al amor de su vida”, se ha dejado a ella misma. Ha encontrado en la maternidad
un lugar para “ser”, para “sentir”, para “existir”. Él, su hijo, ha interiorizado que el
sacrificio y el amor infinito de su madre es “el más sagrado y puro amor”. A
ella, a su madre, se debe y se deberá toda su vida. Al final de todo, de una
trágica y triste historia, triunfa el amor, el amor de la madre. Así se resume
una película del cine de oro mexicano que vi hace pocos días y que me recordó
las tantas películas de “la época” que veía en mi estancia en México. Esas
películas que tanto me han hecho pensar, antes y ahora, en Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis, en Ni macho, ni mandilón de Matthew Gutmann, o En Torno a
la Polaridad Marianismo-Machismo de Norma Fuller. Esos filmes que me han
hecho dar vueltas en la cabeza sobre las significaciones del
machismo, sobre las relaciones de género, sobre las masculinidades, sobre la maternidad.
Principalmente sobre ese amor maternal
que deja todo, que llena todo, que suple todo. Sobre ese amor maternal que objetiviza a las mujeres exclusivamente al orden
reproductivo, ese orden que socialmente se reproduce en la acción de maternar (incluso si una mujer nunca haya
estado embarazada o nunca haya parido!). Maternar,
maternizarse, maternización: acciones y procesos sociales por los cuales una “norma
biológica” hace de las mujeres los “seres más sublimes”, capaces de soportar y
aguantar todo, capaces de amar sin barreras simplemente porque están hechas
para ser madres. Sí, ese amor eterno al
mero estilo del amor del Juanga a su madre. Sí, ese amor de madre que no debe
sentir culpa, que no debe pensar en otros deseos más allá del/de la hijo/a. Sí,
ese se amor “de las películas” que contrariamente de ser una caricatura son el
reflejo de lo que somos.
Hace
varios días una amiga posteó en Facebook el link “8 razones de por qué ser mamá
de varones es increíble”. Sujétense: “serás su primer amor”, “menos drama”, “ir
a baños públicos es mucho más fácil”, “serás su prototipo de mujer”, “te
mantendrán activa y en forma”, “vestirlos es mucho más rápido”, “tienen un lado
súper sensible y “serás la reina de la casa” ¿Serás su primer amor, serás su
prototipo de mujer, serás la reina de la casa? Ajá! Así como lo leen. Piensen en
cómo maternar, madres del mundo,
porque serán el prototipo de mujer de sus hijos varones. Serán su primer amor!?!
Y recuerdo las tantas veces que he escuchado a algunas madres llamar a sus
hijos “maridos”, sí, así: “maridos”! Y conozco a algunos hombres que no
soportan que los estigmaticen como “mandarinas” o “mandilones” ¿Será porque “su
prototipo de mujer” es el de esa madre abnegada, sumisa? ¿Qué será?, me
pregunto! Y hasta se me pasa por la cabeza esa estúpida canción de Arjona
pidiendo ayuda a Freud y yo añado en mis divagaciones: en sociedades como las
nuestras, las latinoamericanas, no hay que matar al padre, sino a la madre! (Así
y con toda la generalización del caso)! Jaja! En fin…
Y
para pasar a temas más serios. Ayer se presentaron en Flacso tres
investigaciones en el marco del día por la despenalización del aborto en
América Latina y el Caribe. Virginia Gómez de la Torre presentó resultados en
torno a la resignación y la violencia de las mujeres durante el embarazo y el
parto. Ana Vera expuso sobre la criminalización del aborto y las desigualdades
sociales, y Karla Vega sobre los imaginarios sociales en torno a las mujeres
que abortan. Los casos y testimonios calaron hondo, llegaron hasta el hueso. A
mí me hicieron temblar y perder la voz y la cabeza. Nos hicieron pensar cómo el
sistema de salud y el espacio familiar regulan, a través de la violencia, los
cuerpos de las mujeres embarazadas. Nos hicieron pensar cómo el embarazo
naturaliza la violencia. Algo así como “si ya estás hecha para ser madre, pues
aguántate…que el embarazo y el parto son un paso más!”. Estos testimonios y
casos nos hicieron pensar sobre cómo la judicialización del aborto se nuclea en
la maternización de las mujeres; es decir, no importan las mujeres que abortan,
no importan sus vidas, no importa por qué lo hacen, no importa lo tortuoso e
injusto del proceso. Otra vez más “usted se aguanta porque no cumplió con su
labor de madre”.
Finalmente,
pensemos sobre cómo debemos construir maternidades más justas, más gozosas, más
reflexivas y menos esencializadas, “instintivas” (que señoras y señores el
instinto no existe!), subrogadas a un orden desigual e infame que regula,
norma, controla, disciplina las formas de “ser”, “sentir” y “existir” en la
maternidad. Dejemos de ser la caricatura del papel de madre que interpretó
Libertad Lamarque en esa película que vi hace pocos días. Dejemos de ser las
madres que posteamos sandeces en el Facebook sobre los beneficios de tener “hijos
varones”. Dejemos de santiguarnos defendiendo a la “verdadera familia” y culpabilizando
y criminalizando a tantas mujeres que abortamos por cualquier motivo. Dejemos
de interferir en las decisiones de muchas mujeres que han elegido no ser
madres. Dejemos de criar hijos e hijas que nos vean y nos traten como “resignadas”
y “abnegadas”. Maternemos sembrando nuevos imaginarios, construyendo nuevas
prácticas. Porque la maternidad es un proceso social que, lamentablemente, ha
estado condicionado por el cuerpo biológico femenino. Maternemos de manera
diferente…cuando lo hagamos, estaremos pariendo alas.