Las vidas que importan, los muertos
que importan
Sofía Argüello Pazmiño
Hace
12 años tuve la suerte de conocer a Judith Butler, filósofa conocida por sus aportes
(post)feministas y por sus textos “El género en disputa” y “Cuerpos que
importan” (entre otros). La suerte, azarosa como suele llegar, vino a mí una
tarde de invierno cuando caminaba junto a Edison -mi pareja- por las calles de Manhattan.
En nuestra obsesión por ir a bibliotecas, librerías y universidades, y después
de haber caminado una y otra vez por la 42, llegamos por casualidad a CUNY (The City
University of New York). Entramos y poquísimos minutos después el ojo clínico
de mi acompañante se encontró con un pequeño cartel pegado sobre una pared de
la universidad. El pequeño cartel anunciaba “The Judith Butler Lecture” el 5 de
diciembre a las 18h00. Nos despabilamos rápidamente y nos dimos cuenta que no
solo era 5 de diciembre sino que faltaban tan solo 20 minutos para las 6 de la
tarde. Seguimos las indicaciones y buscamos el auditorio donde Butler se
presentaría. Como en todo evento académico había una mesa de registro, volantes
con información de la “Lecture”, una mesa con libros de la autora, etc. Y como
era de esperarse, para una conferencia magistral de ese tipo, había cientos,
cientos de personas esperando entrar. Como la suerte siempre llega en todo su
esplendor -sino no sería suerte- encontramos un par de asientos en la segunda
fila del auditorio (o sea cerquitita de Butler). Mucha gente se quedó fuera.
En
fin, no quiero que crean que estoy tratando de “presumir” sobre la suerte que tuve de conocer a Butler. Quiero
tratar de especular brevemente, a través de sus reflexiones, sobre los últimos
acontecimientos ocurridos en Boston (de los que hemos sido bombardeados
mediáticamente estos días) y sobre de los actos de violencia y de las vidas/muertes
de las que no se hablan.
No
lo señalé antes, pero aquella tarde/noche de invierno cuando conocí a Butler,
era una tarde de diciembre en la que corría el año 2001. Aún se podía percibir en
Manhattan un extraño olor a quemado, aún se podían ver las ruinas del World
Trade Center y aún se podían observar los llantos a los muertos del “atentado”
del 11 de septiembre y los interminables “altares” que se edificaban en la “zona
cero” con fotos, velas, flores. En ese contexto, la conferencia de Butler era
un llamado a pensar. La llamó “Violencia, luto y política”. En ella se
preguntaba “¿quién cuenta como humano?”, “¿las vidas de quién cuentan como vidas?”
y “¿qué hace que una vida sea digna de llorarse?”[1].
Las preguntas podían haber sido “crudas”
para la situación específica que vivía Estados Unidos y Nueva York. Pero ella
las lanzó serena pero a la vez tajante, provocadora, crítica, de manera
inteligente y lúcida. ¿Por qué las vidas de los muertos del WTC, se preguntaba
Butler, sí contaban como vidas y eran dignas de llorarse? ¿Por qué no otras? Desde allí Butler ha seguido desarrollando
esta reflexión, la misma que está estrechamente articulada con las preguntas de
su libro “Cuerpos que importan” y el desarrollo de sus debates con los
feminismos. ¿Qué hace que unos cuerpos importen más que otros? ¿Por qué unos
cuerpos importan más que otros? ¿Qué cuerpos importan?
Por
supuesto, no hay una línea divisoria entre qué cuerpos importan y qué vidas importan,
porque el cuerpo es la materialidad de la vida. En este contexto, me ha
resultado incómodo el seguimiento mediático sobre las bombas activadas “supuestamente”
por dos hermanos chechenos, uno de ellos asesinado por ser un presunto “sospechoso”
y cuya vida no importa, no es llorada, no tiene valor. El otro joven, que se
encuentra detenido y gravemente herido, esperará que se le aplique la pena de
muerte. Anoto este ejemplo porque lo hemos seguido en los últimos días, pero lo
que es importante subrayar es que todos los días hay vidas que importan más que
otras.
Hace
más de una semana, por poner otro ejemplo, un famoso caricaturista ecuatoriano
realizó una caricatura, publicada en facebook, sobre el posible debate legislativo
para sancionar el “feminicidio” en Ecuador. En la caricatura se preguntaba por qué
sancionar el feminicidio si todos somos seres humanos y cualquier tipo de asesinato
es una muerte y una pérdida. Mi primera acción se concentró en las ganas de
responderle lo siguiente: “Si cualquier tipo de asesinato es una pérdida,
porque todos somos seres humanos, por qué aún se sigue tipificado el delito en
las legislaciones como homicidio y no como feminicidio?” Pregunta estúpida y visceral.
Pero estoy segura que si hacemos un poco de historiografía tal vez sí
encontremos que la tipificación de los homicidios daba más valor a la vida de
los hombres que a las de las mujeres. Por supuesto no le respondí. En todo caso
me quedé pensando por qué hay contextos y momentos históricos, que “extrañamente”
han estado sostenidos en el tiempo, en los que las vidas/muertes de muchas
mujeres no cuentan como vidas/muertes y no son dignas de llorarse. Si se
requieren leyes que sancionen los feminicidios es precisamente porque durante
siglos las vidas y las muertes de las mujeres asesinadas no tuvieron valor, no
fueron sancionadas por el hecho de ser nuda vida, siguiendo a Agamben, o porque
las regulaciones del biopoder, siguiendo
a Foucault, no han permitido sacar a luz la múltiples formas de violencia que
vivimos las mujeres cotidianamente. Los feminicidios dejan entrever tipos
específicos de asesinatos ejecutados por el simple hecho de que la víctima es
una mujer. Por otro lado, si se requieren leyes que garanticen las vidas de las
mujeres en la práctica del aborto es porque las vidas de las mujeres no han
importado. Siempre se ha sobrevalorado y otorgado “vitalidad” al embrión por
sobre las vidas caminadas de las mujeres, y las muertes de las mujeres por
abortos no seguros no han importado. Esas vidas no han sido dignas de ser vidas
y no han sido dignas de llorarse.
Ejemplos
sobran.
Sin
embargo, lo que quisiera dejar anotado para la reflexión, es que cada vez que
nos dejemos “llevar por la pena” de saber muerto a alguien cuya vida sí parece
importar, pensemos en las vidas que no se lloran y en los seres humanos que, al
parecer, no cuentan como humanos.
Mi
hija Renata siempre dice que los seres humanos somos polvo de estrellas. Pero para
los seres humanos, desafortunadamente, no es lo mismo ser una estrella, una
estrellita, una ESTRELLA o un/a desafortunado/a estrellado/a en medio de un mundo
que jerarquiza la vida y la muerte, que regula qué vidas importan y qué muertes
importan…
[1] Si quieren leer la conferencia chequen la Revista Iconos No.
17, septiembre de 2013, Flacso-Ecuador. Edison le pidió el borrador de su
conferencia a Butler después de su presentación, posteriormente la tradujo y la
publicó en la Revista Iconos en la cual fue editor.